Hace algunos días en los titulares de este diario (ver El Popular del 17 de abril) se sostenía que el Gobierno había ganado una dura lucha con el sector docente. Discrepo profundamente con esa idea, el Gobierno y su figura máxima perdieron… y mucho. Desde distintos medios de prensa se viene informando como están las encuestas con respecto al gobierno indicando una baja pronunciada en la imagen positiva que pueda quedarle al Gobernador. Pero lo más importante es que desnudó la situación real de la Provincia a nivel nacional. El resto del país tiene claro cual es la clave del éxito de la autopistas y el wi-fi, se hacen sobre el hambre de los docentes, policías, médicos y empleados públicos en general que prestan servicios denodados a pesar de la carencia de medios y de un política destinada a excluirlos de sus trabajos.
Por lo demás, todos perdimos con el paro, hay menos trabajo, el comercio no se mueve y los profesionales andan penando por falta de ingresos, producto de un gobierno autista que dilapida los fondos en obras sin contenido social mientras crece la inseguridad producto de la desesperación y de las faltas reales de posibilidades de conseguir un trabajo digno.
Para colmo el Gobierno parece la gata de Doña Flora, si no los recibe la Presidenta lloran por la discriminación… ¡y si los recibe también!.-
Enrique Aníbal Costanzo
Presidente del Partido de la Lealtad Sanluiseña
Publicado en el Diario El Popular de fecha 25/4/2010.-
martes, 27 de abril de 2010
lunes, 26 de abril de 2010
Cruzada solidaria de un vecino de Sampacho con un pueblo puntano
Víctor Magnago es apicultor y en su tarea descubrió la realidad de un puñado de familias que viven en la zona de Quines, sumidos en la pobreza. Desde hace 5 años los ayuda con cientos de donaciones
Fue la casualidad o tal vez el destino que hizo que Víctor Emilio Magnago se enfrentara un día ante una realidad que parecía estar lejos de él, cuando en ocasión de desarrollar su tarea como apicultor comienza a descubrir a un pueblo que parecía suspendido en el tiempo y a unos 200 pocos kilómetros de hogar.
Mientras recorría las sierras en la búsqueda de un buen lugar donde plantar sus colmenas y continuar con la hoy difícil tarea de producir miel, llegó a unos campos ubicados en proximidades de Quines, un poblado de la pujante provincia de San Luis. Pero en este rincón, esa pujanza y progreso que se publicita, no existen, sino más bien hay pobreza y abandono.
Víctor Emilio llegó para trabajar, pero ante esta realidad tan cruda, pudo más su espíritu solidario, y decidió emprender en silencio acciones para, al menos, mejorar en parte la vida de este puñado de habitantes.
Así con la práctica de trabajo, comienza también el conocimiento social del lugar donde Víctor llegó con los cajones.
“Lo primero que me impactó fue la extrema pobreza, los casos de carencias sociales fueron muy fuertes; la verdad es que de tanto andar uno ve muchas cosas, pero acá había algo distinto”, comienza diciendo el apicultor.
El tema fue conversado con su esposa y allí se inició la etapa más importante de este relato.
“La primera vez llevamos algunas ropas porque veíamos a los chiquitos que andaban descalzos, con poco abrigo y bueno; sabemos como son estas cosas en los pueblos. Acá (en Sampacho) se comenzó a correr la voz y de a poco sin pensarlo, en mi casa empezaron a llegar los paquetes”.
El relato de Víctor prosigue enumerando muchas carencias sociales vistas al norte de San Luis, gente que vive en medio del monte igual que hace 70 años atrás, donde no hay ninguna comodidad, donde la pobreza golpea con dureza, con gente que lucha día a día para subsistir con lo poco que tienen.
“Así surgieron los comentarios de lo que habíamos visto y de este modo, ya que íbamos bastante seguido a Quines con la camioneta vacía, empezamos a llevar los primeros paquetes que tenían ropa y zapatillas para los chicos”, relató Magnago.
Estas donaciones que se iniciaron hace más de cinco años comenzaron a adquirir tal magnitud que el lugar de recepción de la casa de Víctor y su esposa Dora quedó chico.
“Es cierto, tuvimos que adaptar una habitación a modo de depósito porque mientras la gente se iba enterando, nos iba trayendo más elementos”, agregó.
Y la camioneta de Víctor comenzó a ser insuficiente obligándolo a viajar en un camioncito que salía cargado cada semana desde Sampacho con destino a Quines. Pero eso no fue suficiente, se le enganchó un acopladito y los envíos no solamente eran de ropa y calzados, también había algunos muebles, útiles para la escuela, electrodomésticos que ya no se usaban pero que estaban en condiciones de funcionamiento, utensilios de cocina.
Magnago se apresura a decir que su labor no tiene ninguna intención.
“Yo lo hago porque da lo mismo ir cargado que descargado, con mi esposa lo hacemos con gusto. Aun cuando tenemos una pieza llena de cosas, a veces veo que la ropa no está limpia y la lavamos como para que vaya mejor presentada. A todos les viene muy bien” dice con simpleza.
¡Llega la ayuda!
Periódicamente cuando llega Víctor Magnago a la zona rural de Quines, es una fiesta. Los chicos salen a recibirlos, las madres también y rápidamente la ropa es distribuida, pero como el volumen de donaciones es tan importante, hubo que pensar en hacer algo más organizado.
Las familias agradecidas, los chicos contentos porque lucen zapatillas nuevas para ir a la escuela, ha veces llega una pelota, muñecas, unos jueguitos, alguna minibici todo lo que la gente mete en las bolsas cuando prepara los paquetes.
“El problema es que ya no puedo ir entregando casa por casa estas donaciones así que me puse en contacto con Cáritas y la parroquia del pueblo que ya tomó intervención en el tema para ayudar a los que menos tienen”, explicó.
“Para nosotros es una bendición de Dios. A Víctor le admiro la paciencia. Él sabe hacer de todo, tiene mucha experiencia con las herramientas y más de una vez arregla algún mueble que está un tanto desvencijado pero que allá sirve y mucho”, dice con emoción Dora Quiroga la esposa de Víctor otra de las protagonistas de esta movida solidaria.
El párroco de Sampacho, el padre Miguel Ángel Hippermayer tiene pleno conocimiento de esta acción que viene impulsando en forma totalmente desinteresada el matrimonio Magnago.
“Es una tarea encomiable y silenciosa la que realiza Víctor y su esposa Dorita, también Sampacho demuestra una vez más su sentido de solidaridad como siempre”, expresó el padre Miguel Hippermayer párroco de Sampacho.
Mientras tanto los vecinos sampachenses siguen llevando sus bolsas a la casa de los Magnago. Y cuando el camioncito esté preparado, otra vez la ayuda solidaria partirá hacia el oeste para ayudar a los hermanos puntanos que tanto necesitan.
Hace tanta falta
“Quiero dejar en claro que yo soy un apicultor que trabaja en las colmenas. No estamos pasando por un buen momento, pero no tengo ningún interés en especial de hacer lo que hacemos. Sólo somos el transporte para llevar la ayuda que los vecinos de Sampacho envían a esa gente del norte de San Luis”, se apresura a aclarar Víctor.
Pero no todo es dulce como el sabor de la labor de las abejas. El año pasado un voraz incendio le devoró como 70 colmenas.
“Tuvimos días luchando contra el fuego; como allá no hay nada, con una bomba y la ayuda de la gente pudimos salvar el resto, pero el fuego es una amenaza que se presentará de nuevo este año” recuerda.
En efecto, los lugareños pelearon codo a codo con los apicultores para salvar los cajones. En este gesto estos humildes habitantes devolvieron a Víctor lo mucho que él les brinda.
Héctor Amaya - puntal.com
Fue la casualidad o tal vez el destino que hizo que Víctor Emilio Magnago se enfrentara un día ante una realidad que parecía estar lejos de él, cuando en ocasión de desarrollar su tarea como apicultor comienza a descubrir a un pueblo que parecía suspendido en el tiempo y a unos 200 pocos kilómetros de hogar.
Mientras recorría las sierras en la búsqueda de un buen lugar donde plantar sus colmenas y continuar con la hoy difícil tarea de producir miel, llegó a unos campos ubicados en proximidades de Quines, un poblado de la pujante provincia de San Luis. Pero en este rincón, esa pujanza y progreso que se publicita, no existen, sino más bien hay pobreza y abandono.
Víctor Emilio llegó para trabajar, pero ante esta realidad tan cruda, pudo más su espíritu solidario, y decidió emprender en silencio acciones para, al menos, mejorar en parte la vida de este puñado de habitantes.
Así con la práctica de trabajo, comienza también el conocimiento social del lugar donde Víctor llegó con los cajones.
“Lo primero que me impactó fue la extrema pobreza, los casos de carencias sociales fueron muy fuertes; la verdad es que de tanto andar uno ve muchas cosas, pero acá había algo distinto”, comienza diciendo el apicultor.
El tema fue conversado con su esposa y allí se inició la etapa más importante de este relato.
“La primera vez llevamos algunas ropas porque veíamos a los chiquitos que andaban descalzos, con poco abrigo y bueno; sabemos como son estas cosas en los pueblos. Acá (en Sampacho) se comenzó a correr la voz y de a poco sin pensarlo, en mi casa empezaron a llegar los paquetes”.
El relato de Víctor prosigue enumerando muchas carencias sociales vistas al norte de San Luis, gente que vive en medio del monte igual que hace 70 años atrás, donde no hay ninguna comodidad, donde la pobreza golpea con dureza, con gente que lucha día a día para subsistir con lo poco que tienen.
“Así surgieron los comentarios de lo que habíamos visto y de este modo, ya que íbamos bastante seguido a Quines con la camioneta vacía, empezamos a llevar los primeros paquetes que tenían ropa y zapatillas para los chicos”, relató Magnago.
Estas donaciones que se iniciaron hace más de cinco años comenzaron a adquirir tal magnitud que el lugar de recepción de la casa de Víctor y su esposa Dora quedó chico.
“Es cierto, tuvimos que adaptar una habitación a modo de depósito porque mientras la gente se iba enterando, nos iba trayendo más elementos”, agregó.
Y la camioneta de Víctor comenzó a ser insuficiente obligándolo a viajar en un camioncito que salía cargado cada semana desde Sampacho con destino a Quines. Pero eso no fue suficiente, se le enganchó un acopladito y los envíos no solamente eran de ropa y calzados, también había algunos muebles, útiles para la escuela, electrodomésticos que ya no se usaban pero que estaban en condiciones de funcionamiento, utensilios de cocina.
Magnago se apresura a decir que su labor no tiene ninguna intención.
“Yo lo hago porque da lo mismo ir cargado que descargado, con mi esposa lo hacemos con gusto. Aun cuando tenemos una pieza llena de cosas, a veces veo que la ropa no está limpia y la lavamos como para que vaya mejor presentada. A todos les viene muy bien” dice con simpleza.
¡Llega la ayuda!
Periódicamente cuando llega Víctor Magnago a la zona rural de Quines, es una fiesta. Los chicos salen a recibirlos, las madres también y rápidamente la ropa es distribuida, pero como el volumen de donaciones es tan importante, hubo que pensar en hacer algo más organizado.
Las familias agradecidas, los chicos contentos porque lucen zapatillas nuevas para ir a la escuela, ha veces llega una pelota, muñecas, unos jueguitos, alguna minibici todo lo que la gente mete en las bolsas cuando prepara los paquetes.
“El problema es que ya no puedo ir entregando casa por casa estas donaciones así que me puse en contacto con Cáritas y la parroquia del pueblo que ya tomó intervención en el tema para ayudar a los que menos tienen”, explicó.
“Para nosotros es una bendición de Dios. A Víctor le admiro la paciencia. Él sabe hacer de todo, tiene mucha experiencia con las herramientas y más de una vez arregla algún mueble que está un tanto desvencijado pero que allá sirve y mucho”, dice con emoción Dora Quiroga la esposa de Víctor otra de las protagonistas de esta movida solidaria.
El párroco de Sampacho, el padre Miguel Ángel Hippermayer tiene pleno conocimiento de esta acción que viene impulsando en forma totalmente desinteresada el matrimonio Magnago.
“Es una tarea encomiable y silenciosa la que realiza Víctor y su esposa Dorita, también Sampacho demuestra una vez más su sentido de solidaridad como siempre”, expresó el padre Miguel Hippermayer párroco de Sampacho.
Mientras tanto los vecinos sampachenses siguen llevando sus bolsas a la casa de los Magnago. Y cuando el camioncito esté preparado, otra vez la ayuda solidaria partirá hacia el oeste para ayudar a los hermanos puntanos que tanto necesitan.
Hace tanta falta
“Quiero dejar en claro que yo soy un apicultor que trabaja en las colmenas. No estamos pasando por un buen momento, pero no tengo ningún interés en especial de hacer lo que hacemos. Sólo somos el transporte para llevar la ayuda que los vecinos de Sampacho envían a esa gente del norte de San Luis”, se apresura a aclarar Víctor.
Pero no todo es dulce como el sabor de la labor de las abejas. El año pasado un voraz incendio le devoró como 70 colmenas.
“Tuvimos días luchando contra el fuego; como allá no hay nada, con una bomba y la ayuda de la gente pudimos salvar el resto, pero el fuego es una amenaza que se presentará de nuevo este año” recuerda.
En efecto, los lugareños pelearon codo a codo con los apicultores para salvar los cajones. En este gesto estos humildes habitantes devolvieron a Víctor lo mucho que él les brinda.
Héctor Amaya - puntal.com
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