jueves, 14 de junio de 2012

Para pensar lo que se viene

Adelanta Scioli el reloj de la sucesión

Por Carlos Pagni | LA NACION
Daniel Scioli se ha propuesto, otra vez, ofrecer al peronismo una nueva aventura de poder. La señal es clara: el gobernador ha revelado en estos días los compromisos asumidos con actores relevantes de esa fuerza, ajenos al Gobierno. Roberto Lavagna y Hugo Moyano.
Scioli dejó trascender un encuentro que mantuvo con Lavagna para hablar de economía. Para hacerlo, esperó a que el ex ministro publicara un artículo descriptivo de los desajustes de la economía. En ese texto, Lavagna comparó el trance actual con el que llevó al dramático Rodrigazo. Atribuyó la analogía a ignotos "cenáculos iluminados", pero con esa sola cita sembró una semilla venenosa y, seguro, injusta: asoció a la Presidenta con Isabel Perón. Por si faltaba algo para irritar al gobierno kirchnerista, la nota se publicó en Clarín.
Scioli, cuya obsesión por lo visual lo lleva a editar cada instante de su vida, repitió con Lavagna el protocolo que se había fijado con Moyano. Una vez que el sindicalista condenó al kirchnerismo, se exhibió con él. Hace tres años, Scioli realizó un experimento parecido. Cuando todavía no se había cumplido un mes de la derrota bonaerense de Néstor Kirchner, se entrevistó con la Mesa de Enlace agropecuaria y con Eduardo Duhalde. La muerte del ex presidente y la formidable recuperación de la Presidenta lo hicieron volver al redil.
Como entonces, el gobernador ha vuelto a convencerse de que el kirchnerismo ha iniciado una decadencia inexorable. Sus encuestadores, con Julio Aurelio a la cabeza, le hacen ver que la imagen positiva de la Presidenta fluctúa entre los 42 y los 50 puntos, mientras la suya oscila entre 62 y 65. El vector de esa declinación sería el agotamiento de la política económica. Es la razón por la que se exhibe con Lavagna. El diagnóstico es alimentado por otros profesionales que, como Carlos Melconian, visitan a Scioli en la sede del Banco Provincia, en el microcentro porteño.
No hay que engañarse. Con Lavagna de lo que menos se habló fue de números. El ex ministro, comentan en La Plata, le aconsejó "ponerse los pantalones largos" para distanciarse del Gobierno. También alentó la aproximación con Hugo Moyano. Sólo se inhibió de confesar el fastidio que le produce integrarse a un club que ya tiene como socio a Alberto Fernández. Es el problema de construir el poskirchenerismo con protokirchneristas.
Además de administrar su propia ambición, Scioli deberá lidiar con la de los demás. Lavagna se sueña presidente, como demostró en 2007, encabezando una fórmula radical. ¿Moyano quiere lo mismo? Es posible. Desde que Lula da Silva alcanzó la presidencia de Brasil, el camionero comenzó a soñar en colores. Es curioso: Lula, y no Kirchner, es el modelo que suele indagar Scioli cuando se imagina con la banda y el bastón.

Larga negociación

Las negociaciones del gobernador con Moyano comenzaron mucho antes del partido de fútbol que se jugó en La Ñata el domingo pasado. El primer encuentro fue también en el Banco Provincia. Después siguió una larga serie. Hay varios dirigentes que funcionan como puente. Uno de ellos es Julio Bárbaro, quien, además de escribir, opera. El otro, Eduardo Aparicio, el secretario bonaerense de Espacio Público, que ya había organizado aquel partido veraniego con Mauricio Macri en Mar del Plata. Aparicio es un maestro en el arte de disfrazar la política con el deporte.
Scioli espera que Moyano aporte una dimensión de la que su política, por necesidad, carece: la expresión callejera de la disconformidad social con la gestión de la economía. El camionero está realizando su propio tejido. Programa protestas con la CTA de Pablo Micheli y, más adelante, con la Federación Agraria. Con Luis Barrionuevo llegó a un acuerdo del mismo tipo, aunque el gastronómico no se sume a la CGT que pretende conducir Moyano.
La estrategia de Scioli tiene un aire de familia con la que siguió Eduardo Duhalde en 1995 para divorciarse de Carlos Menem. Comenzó a hablar de la necesidad de un "modelo productivo", mientras bajo cuerda alimentaba una huelga de la CGT, con Gerardo Martínez al frente, con la consigna "Paremos la mano". A propósito: en la Casa Rosada están intrigados con la reunión que mantuvo Martínez con Moyano, hace 15 días. Se los suponía distanciados.
La hipótesis de que el liderazgo de Cristina Kirchner ingresará, de a poco, en el ocaso, no es el único impulso de este nuevo lanzamiento de Scioli. Tampoco los desaires con que ella lo mortifica: por ejemplo, saltearlo cuando saluda a los gobernadores que asisten a sus actos. En La Plata se comienza también a sentir la presión de los que empujan desde abajo. El intendente de Tigre, Sergio Massa, a quien las encuestas atribuyen una imagen positiva tan alta como la del gobernador, está armando su propia red. En ella incluye a legisladores e intendentes que Scioli computaba como propios y que dudan del gobernador y su voluntad de poder. Baldomero Alvarez y su agrupación La Juan Perón están en esa lista.
Scioli ignora cómo se celebrarán estos duelos peronistas. Calcula que, si la imagen del gobierno nacional se sostiene, en 2013 acompañará una lista de diputados nacionales encabezada por Alicia Kirchner. En cambio, si el malestar de la economía estraga al kirchnerismo, fantasea con armar su propia oferta, con Massa como primer candidato a diputado. Massa quedaría ubicado de ese modo a las puertas de la gobernación, mientras Scioli busca la presidencia.
¿Coincidirá el intendente de Tigre con ese reparto de funciones? ¿O preferirá ser la lanza del kirchnerismo contra Scioli, en caso de que la candidatura de la cuñada presidencial no prospere? Los expertos en detalles apuntaron hace tres semanas que Cristina Kirchner descongeló su relación con Massa durante una videoconferencia. Sin embargo, él debería superar el veto de alguien que en Olivos es casi tan determinante como la dueña de casa: Máximo Kirchner. Aun así, el kirchnerismo teme a Massa: allí son varios los que sospechan que, si gana como diputado, podría lanzarse a la presidencia.
Los acertijos de 2013 dejan en penumbras otras ambiciones. Julián Domínguez no abandonó el sueño de suceder a Scioli. Florencio Randazzo, tampoco. El propio Scioli lo ayuda, ofreciéndole un escenario en las negociaciones con Mauricio Macri sobre el transporte del Gran Buenos Aires. Randazzo sabe que el gobernador no quiere quedar preso de Massa y se ofrece como alternativa. ¿Qué opinará la Presidenta?
También Aníbal Fernández mira hacia La Plata. Aunque en su caso el límite es más severo. Según un infidente, "desde que habló del dólar quedó eliminado. Consiguió fastidiar a Cristina tanto como el otro Fernández". El otro es Alberto, claro.
El descongelamiento de la interna provoca cierta perplejidad en el peronismo. Ya lo dijo Napoléon: "Prefiero un general malo a dos generales buenos". Sin embargo, ya hay cuatro gobernadores que comenzaron a hablar con Scioli. Son todos amigos de Juan Carlos Mazzón. Aunque Mazzón sigue jurando que no trabaja para Scioli. ¿Para quién lo hace, entonces? La Presidenta lo tiene marginado por completo.
Imposible saber en qué termina este nuevo intento presidencial de Scioli. Pero sus movimientos condicionan la totalidad de la política. Se propone acelerar la definición del kirchnerismo sobre la reforma constitucional y la nueva reelección. Insiste en que es su único obstáculo. Es decir: si Cristina Kirchner promoviera a otro delfín, la enfrentaría.
La oposición va registrando, de a poco, este incómodo fenómeno. Sobre todo Mauricio Macri, eterno pretendiente de un peronismo al que Scioli podría ofrecer una alternativa más natural y atractiva.
Como tantas veces, el peronismo vuelve a desplegar su vocación por ser gobierno y oposición al mismo tiempo. O dicho de otro modo: su arte para tener al resto del país pendiente de su interna despiadada..